JJ Barquín @barquin_julio Poco más de 48 horas ha durado la paz en la vida de Carles Aleñá. Recién aterrizado en la ciudad, ha podido comprobar cómo se las gastan en las redes sociales algunos indocumentados. Tras una entrevista en el Larguero (SER), el jugador ha decidido cerrar su cuenta de Twitter después de recibir decenas de insultos por aficionados sevillistas. Para mí, no son aficionados del club de Nervión. Son terroristas informáticos, que se escudan en la tecnología, para mostrar su violencia y hacer sangre de quien sea y donde haga falta. Si no hubiera fútbol, buscarían otras temáticas para seguir haciendo el mal. Como persona son un fracaso. Como integrantes de la sociedad, un problema.

Y es un mal generalizado. Están en todos los clubes. Nadie se salva. Recordemos que jugadores como Francis y Sanabria tuvieron que cerrar sus cuentas por mensajes de insultos por parte de aficionados verdiblancos. Por esta razón, nadie debe rasgarse las vestiduras por lo que hagan en otros lares. En todos sitios cuecen habas. Es un problema extendido que debemos abordar sin complejos y con altura de miras, requiriendo a la justicia que aplique medidas penales para todos aquellos que ejercen esas prácticas en las redes sociales.

Mención aparte merece la actitud de los periodistas y los Community en este incidente. Son los que buscan declaraciones impactantes para crear titulares sensacionalistas, con el único objetivo de hacer ruido mediático. Aunque para ello haya que cambiar conceptos o añadir palabras, tergiversando las frases del entrevistado. Tras esa deslealtad profesional, el club debería tomar medidas: no dar más entrevistas a esa cadena hasta que no se ofrezca una rectificación pública de lo sucedido.

Estamos construyendo una sociedad enferma. Vivimos en el continuo enfrentamiento, en la confrontación diaria. Mucha culpa de ello, la tienen los medios de comunicación, pero también la propia sociedad, que ha comprado su propuesta negra y grosera. A todas horas, en todos los medios, disputas, malos modales y reyertas verbales. Programas que son un chiringuito de mala educación, falta de valores y exaltación de la violencia. Los medios se han servido de la confrontación para hacer un modo de entretenimiento rentable. Un espectáculo insoportable y denigrante, pero espectáculo -al fin y al cabo- que se consume y se contagia como un virus imparable.