JJ Barquín @barquin_julio Hacerse grande es difícil. Así rezaba el slogan de la campaña de abonados de esta temporada. Parece que era un presagio, una mala premonición de lo que estamos viviendo los béticos en este inicio de campeonato. Un nuevo día de la marmota, elevado a la máxima potencia. Como se dice en el mundo taurino, tarde de expectación, tarde de decepción. En nuestro caso, temporada de expectación, temporada de desilusión. Y ya van demasiadas veces en nuestra historia.

Y pensando en donde nos encontramos, llego a la conclusión de que todos tenemos nuestra parte de culpa. El consejo de administración con Haro y Catalán a la cabeza, por su excesiva implicación en los temas deportivos, cuando no es su cometido; el cuerpo técnico por su incapacidad de revertir una situación que se viene arrastrando desde la pretemporada y su tozudez en algunos asuntos y, por supuesto, los jugadores que son parte fundamental en todo este fregado.

Los que saltan al campo tienen mucha culpa de lo que estamos sufriendo. Por supuesto, que les puede estar siendo duro cambiar de un estilo a otro, pero son profesionales y se deben a un club y a una camiseta que, visto lo visto, manchan día tras día. Desde fuera da la sensación de que han tirado la toalla, que no creen en lo que hacen y que le están haciendo un “Pikolin” al entrenador. Y eso es muy penoso hablando de profesionales.

El fútbol son proyectos y se debe creer, tener paciencia aun cuando vengan momentos difíciles y complicados. Y no hablo del Betis de Setién. Hablo de cualquiera de los proyectos que hemos iniciado desde hace años. Todos han fallado. ¿Todos son malos? ¿Ningún entrenador está capacitado? Está claro que algo falla. Algo no estamos haciendo bien.

Pero también los aficionados tenemos nuestra parte de culpa. Se ha apoyado y animado de forma admirable desde que comenzó el campeonato. Pero buena parte de la afición sigue instaurada en una permanente autodestrucción que se comenzó a originar en el mismo momento que el eterno rival comenzó a ganar trofeos. Elevar las expectativas es muy peligroso, pues si no se cumplen aparecen algunos síntomas.

Cada temporada, algunos añaden una buena dosis de frustración, desequilibrio y desengaño. Estamos inmersos en una inmadurez alarmante, que nos impide crecer para hacernos más grandes por la entelequia de los objetivos. El Betis y su afición necesitan madurar, para ver las cosas con perspectiva y visión de futuro. El Betis y los béticos debemos ser críticos, pero sin caer esa maldita autoinmolación que nos invade desde hace unas temporadas. Unas dosis de humildad, paciencia, fe y esperanza nos vendrían la mar de bien.