Reyes Aguilar @oncereyes Cuando asoma la grandeza del Real Betis en los lugares más insospechados una se siente pequeña al escuchar, con ternura y algo de envidia, aquel Betis de historias únicas que vivieron muchos afortunados que nos precedieron. El otro día, en el lugar más inesperado, se organizó una tertulia bética improvisada. En ella coincidí con Perico, un señor al cual acababa de conocer, quien me contaba con mucho respeto y los ojos encendidos por la risa y la emoción, como su tío pasaba ciertas dificultades al acceder a la preferencia de aquel estadio Benito Villamarín de Benito Villamarín por culpa de una prótesis en su pierna que le impedía doblarla, teniendo por ello que ocupar el asiento de la esquina. La pierna necesitaba libertad de movimientos y su correspondiente paciencia, por ello, para no entorpecer la entrada y la salida del respetable, dada la dificultad del señor en subir y bajar la escalera, tenían que llegar al campo antes que los árbitros se bajasen del taxi y salir cuando el último paquete de pipas volaba desde la tribuna de Gol Norte al Instituto de la Grasa.

Si el ser bético trae satisfacciones a pesar del sufrimiento, lo mejor es que además de serlo, podemos sentirlo y hacerlo parte de nuestra propia historia. En esas vivencias se siente la complicidad de formar parte de un sentimiento mutuo, de grandeza y humildad, y en esas historias de toda una vida de amor a unos colores está ese Betis que no se compra porque no tiene precio, porque solo podemos sentirlo. Historias contadas y oídas mil veces, como aquel gol de García Soriano ante el Zaragoza del que tanto me habló mi padre, que entró el balón y el jugador con él o de aquel Luis del Sol que iluminaba los ojos de Juan, aquel bético que iba en bicicleta desde el Cerro del Águila a Utrera para ver al Betis de aquellos duros años de Tercera, años en los que nació el Manquepierda.  

Y así es el Betis y lo son sus béticos, que han sabido madurar curtiéndose en la dificultad, en los recuerdos aflorando, y que le pongan a Griezmann confetis en la banda para celebrar sus goles de la manera que quiera, pero nunca tendrá historias como las que nos sobran a los béticos, de ojos brillantes que hablen de él como Juan hablaba de Luis del Sol, mi padre de Juan García Soriano o Perico de su tío y su esfuerzo para entrar al Benito Villamarín a ver a su Betis perder como siempre o ganar como nunca.

Foto: Fútbol 70