JJ Barquín @barquin_julio Decía Jenofonte que “el mando y señorío es de aquellos que vencieron en la batalla”. Y viendo la guerra que se libra en esta Sevilla entre periodistas y tuiteros, el señorío brilla por su ausencia. Es decir, nadie gana, todos pierden. Una verdadera pena donde solamente se imponen los malos modos y el ego personal.

Todo es más viejo que el hilo verde. Una afición escandalizada por el trato vejatorio utiliza las redes para quejarse y descubrir las miserias de una profesión que pasa por horas muy bajas. Al otro lado, unos periodistas que se sienten atacados por una corriente, la de las redes, que es una marea directa, que los deja en evidencia diariamente y que saca sus vergüenzas al aire.

En esa guerra estamos. Pero esa guerra debe acabar. Las cartas se han mostrado y cada uno sabe a lo que juega. Los tuiteros han realizado una gran labor desmigajando a una parte biri de la prensa sevillana que ataca por La Palmera y se arrodilla por Nervión. Los periodistas han sentido que al otro lado ya sabemos cómo se las gastan y cómo juegan con sus palabras y sus mensajes para hacer a uno más pequeño y a otro más grande. Fin de la historia.

Que cada uno saque sus conclusiones y actúe en consecuencia. Los periodistas deberían reflexionar sobre su comportamiento y deontológica profesional, persiguiendo la máxima objetividad y evitando las descalificaciones personales. Los tuiteros arrinconar la brillante campaña de descrédito, sobre todo, porque el daño más evidente es dejar de consumir esos programas o leer esas opiniones. Y, por supuesto, evitar campañas de mal gusto con insultos incluidos.

Todos suponemos que muchos juntaletras, lo llevan en la sangre roja, seguirán en su empeño de desestabilizar todo lo que pinte en verde. Sigamos los consejos del filósofo griego y tengamos la elegancia y el señorío que otorga haber vencido en la batalla. Ellos quedaron retratados. No lo quedemos nosotros.