Reyes Aguilar @oncereyes Rafael Gordillo es emblema del Polígono de San Pablo, esencia de humildad y grandeza, de olor a puchero y a ropa tendida, señas de identidad de un barrio de costumbres populares y corraleras, que diría el cantor. Habría que preguntarle a la gente que arribó a esas calles de nombres flamencas y toreras por qué a Gordillo lo quiere todo el mundo, quizás por esa accesibilidad que da la cercanía familiar de patios de vecinos, de sillas en la puerta y de no haber olvidado nunca su origen.

Habría que preguntarle a las calles enfangadas del Polígono de San Pablo quien es Rafael Gordillo, aquel ídolo que siempre se paraba, siempre sonreía y siempre se acercaba, quien no tenía un no para nadie, y habría que preguntarle a Pedro Buenaventura por aquella tarde en la que se fotografió con el Real Madrid vestido de morado;“que sepan que juegan con diez”.

Habría que preguntarle a las generaciones a las que ha hecho béticos, como a quien escribe, o a tantos hijos de padres y a tantos padres de hijos que soñaron con jugar como él bajándose las medias como símbolo de rebeldía. Gordillo ha hecho beticismo allá donde no llega el balón, desde los hospitales a los colegios y hasta las frías salas del juzgado llevando siempre por delante el nombre de su barrio envuelto en un vendaval, mientras se entretenía en pespuntear su nombre a zancadas por la banda izquierda del Villamarín, por eso habría que preguntarle también al escudo del Real Betis Balompié donde está la tercera barra, esa que late al compás del “Y no pueden con él”.

Habría que preguntarle a los vecinos que llegaron de todos los barrios al barrio de barrios, cómo se hace para ser un mito y a la vez, estar siempre cuando y donde se le llama, sembrando con su cercanía y su generosidad, ese respeto ganado dentro y fuera de los terrenos de juego, por ello y por muchas cosas más, delante de su gente, su familia, sus vecinos y todos los que le queremos, el Ayuntamiento de Sevilla ha querido reconocerle con una glorieta que lleva su nombre, situada en el cruce del barrio de donde es abanderado y bandera, ese que le vio crecer, que le admira y que se siente parte de esa elegancia balompédica de botas llenas de ese albero que siempre le recuerda de dónde se viene.

Foto: Reyes Aguilar