Reyes Aguilar @oncereyes Pasado el día de la mujer y especialmente el de la mujer bética, quiero contarles que en lo que mi genética dictamina en cuestiones de adn verdiblanco, se lo debo a mi abuela; ambas compartimos nombre y pasión por las trece barras. Ella sabía lo que era ser bética por su padre, acomodador del campo del Patronato por cuyas retinas pasó un Betis de apellidos vascos que supo hilvanarnos en el corazón a rayas verdes y blancas junto a  los goles de Timimi y la genialidad de Andrés Aranda. Mi beticismo es el que es, indestructible y humilde, por mi abuela, por las mujeres de mi familia, por mis amigas béticas, por las béticas de transistor y mesa de camilla y por tantas béticas anónimas con las que me topo cada día, ya sea en el Villamarín o en la vida. Todas ellas, mujeres béticas que alientan mi sentimiento para engrandecerlo; hijas, esposas, cuñadas, madres, hermanas, tías, abuelas o suegras de béticos que te animan a no desfallecer cuando la adversidad se pone en tu contra, que te inculcan ese puro instinto del manquepierda bien interpretado. Matriarcado bético que sabrá perdurar y engrandecer la estirpe bética, de ese tipo de bético que nace, y no se hace.

El Real Betis celebra desde hace años la semana de la mujer bética, un merecido reconocimiento con varias actividades organizadas. Pese a ello, aún queda mucho por hacer, ya que el fútbol sigue constituyendo un espacio mayoritariamente para los varones; todavía hay a quien le escuece la presencia de las mujeres en el fútbol como comentaristas, directivas o jugadoras,  acostumbrados a ver ante las cámaras a las más guapas o a las más semidesnudas en la contraportada de algún periódico deportivo. María Pry, del Betis féminas es la única entrenadora en la Liga Iberdrola, e insiste en la necesidad de seguir trabajando para desterrar tópicos, como la barbaridad de considerar que el fútbol femenino ni es fútbol ni es femenino. “Somos deportistas más allá de hombres y mujeres”, afirma Pry, todo un verdadero lema de la igualdad en el fútbol.

Hay que seguir recordando a las béticas que nos antecedieron para ponérselo más fácil a las que nos precederán reconociendo a las que nos rodean y nos enorgullecen, y seguir trabajando, mejorando y llamando la atención en la sociedad ya sea en base a silbatos morados para los árbitros o sustituyendo el verdiblanco color bético universal de las camisetas por el morado, para conseguir que a las mujeres en el fútbol se nos trate con verdadera igualdad, sin distinción de sexo, (ni de colores, añadiría yo). Más mujeres en las gradas, más mujeres en los despachos, más mujeres en el terreno de juego y más mujeres en los banquillos, y en común a todas, una pasión llamada Betis, de madres a hijos o de abuelas a nietos…