Cuanto más despreciable y objeto del ridículo es un hombre, es más desvergonzado de lengua. Séneca

JJ Barquín @barquin_julio Excelente artículo el que nos dejó ayer Pepote García de la Borbolla en el Diario de Sevilla. Una oportuna semblanza de lo que somos, de dónde venimos y del futuro que nos espera. Con una gran masa social y con un gran estadio, podemos llegar a donde nos propongamos. Una sola objeción que hacer al artículo: ese crecimiento debe estar acompañado de una serie de cualidades que son necesarias en cualquier orden de la vida.

Y eso incluye a la afición. Dejar trabajar, apoyar, tener paciencia y templanza son fundamentales. Y, por supuesto, no confundir exigencia (que debe estar en manos de los que mandan) con crítica destructiva. Se puede y se debe criticar, pero cuando el partido finalice. De hecho, las imágenes de Guardado hablan por sí solas. Pero últimamente, muchos se han apuntado a ese carro que dice que como antes no éramos exigentes y no criticábamos, no conseguíamos nada. Y de tanto decirlo, entre ellos, la prensa interesada, se lo han creído.

Por eso, estamos instalados en esta loca montaña rusa de sensaciones. Seguimos en ese diente de sierra que tan pronto señala hacía arriba como hacía abajo. El cielo y el infierno en el que viven muchos béticos. No son capaces de tener el suficiente equilibrio para distanciarse del día a día y poder hacer un análisis objetivo de las cosas. No son capaces de ver con cierta mesura los aspectos positivos, reconocer las carencias del equipo y entender todo esto como un juego, donde -a veces- se gana y otras se pierde.

El periodista y escritor Juan Cruz decía que el fútbol es un juego extraordinario cuya esencia es la alegría. Comparto totalmente su pensamiento. Por eso no entiendo que muchos puedan vivir eternamente enfadados, resentidos o apenados y, a la vez, militar en la fiel infantería verdiblanca, como decía hace poco @AtilaLadinsky. El fútbol es una cosa y el Betis, además, es algo más, distinto, único.

Tras los duros golpes europeos y coperos, unido al varapalo del Getafe, los neuróticos exigentes han venido ofreciendo un recital de mala praxis y un negativo ejemplo de lo que nunca debería convertirse la afición del Betis. El último ejemplo, el partido contra los hombres de José Bordalás. Y lo que es peor, siguen instalados en el resentimiento para conservar la razón. Los números y los datos dan la razón al cuerpo técnico (tercero con mejor porcentaje de victorias en primera), aunque eso poco les importa. Insultos y faltas de respeto están a la orden del día. Las formas y la educación deberían estar presentes siempre y, por desgracia, se vienen perdiendo desde hace algún tiempo.

Yo pensaba que estos béticos eran una nueva especie, pero hablando con un buen amigo y gran filósofo de la vida, me he dado cuenta de que siempre los hubo. Esos que ven el vaso medio vacío; los que se fijan en los errores y no en los aciertos; los que pululan en la negatividad constante, en definitiva, derrotistas profesionales. Les dejo varios fragmentos del excelente artículo, firmado por Emilio Vara, donde a principios de los años 60 se analizaba la situación del Real Betis y de una “parte” de la afición verdiblanca. No tiene desperdicio. Lean con atención:

Hay todavía quien discute el juego y las actuaciones personales de algunos jugadores a los que no sé por qué razón, se les niega las virtudes que están demostrando que poseen. Los que así se comportan, los que aún piden con inoportuna energía que el Betis juegue más y no están contentos ni satisfechos con la forma con que empieza a responder el equipo, son los exigentes. Exigentes, que hay que pensar que lo son por un desmesurado carió hacia el club, pero a los que hay que advertir que llevan su amor y pasión por el Betis a extremos que llegan a ser perjudiciales sin que ellos se den cuenta. Porque, con tanto exigir, con tanto pedir, caen en el derrotismo y quitan moral……

Y es que hay personas que entienden que el ejercicio de una función crítica significa criticar siempre. Critican por sistema. Y se equivocan. Están en un error. El crítico tiene el deber de señalar los defectos, pero también ha de desarrollar una labor constructiva que se realiza afianzando la moral de todos en los momentos sicológicos que se presentan para operar en ese terreno. Y esta noble misión, tan importante o más como la de señalar los defectos, es la que olvidan algunos llevados por un celo excesivo y perjudicial en el desempeño de la crítica……

Hora es ya, señores, de que los exigentes empiecen a ver las cosas buenas del Betis. Hora es ya de que salgan de su derrotismo, porque el equipo empieza a pisar firme y lo que necesita en estos momentos es calor y apoyo, no censuras.

Yo estoy de acuerdo, naturalmente, en que hay que querer para el Betis lo mejor. Pero señores, pidámoslo con calma y con serenidad. No nos ceguemos de tal forma en nuestro deseo de buscar la perfección que sólo veamos defectos donde también hay virtudes y muy valiosas, por cierto.

Emilio Vara