Pablo Caballero Payán @pablocpayan Por mucho que escribiera hace un mes y un día que tenía ganas de derbi, el caso es que el domingo pasado tenía ganas de todo menos de eso. Toda mi confianza y mi fe en el equipo de Setién se vinieron abajo por culpa de mis temores y un pálpito totalmente infundado de que la noche del dos de septiembre terminaría en tragedia. No fue así.

Maté las horas previas al derbi sevillano con un almuerzo de categoría con mi hermano y una gran sobremesa con amigos, copas y ciclismo. Por cierto, en la retransmisión de la etapa de la Vuelta a España que terminaba en la estación de esquí salmantina de La Covatilla se pudieron ver banderas del centenario del Real Betis y aficionados con la camiseta verdiblanca.

Conforme iba acercándose inexorablemente la hora del partido los nervios aumentaban y mis temores se acentuaban. Para colmo de males, el calor insoportable que caía a plomo hacía que la situación fuera más incómoda e impertinente. El balón empezó a rodar y comprendí que todo lo negativo que rondaba por mi cabeza eran pensamientos estériles e ilógicos.

Porque el Real Betis se encargó de demostrarme que es un equipo que compite con garantía y ya no es el equipo pusilánime y débil que se amilanaba y se arrugaba en este tipo de partidos. Y eso no solo lo sabemos y lo notamos los béticos. El rival también lo sabe y fruto de ello planteó el encuentro de la manera que todos vimos. El otro equipo de la ciudad vino al Villamarín a verlas venir, a esperar a que pasara el tiempo y los nuestros se pusieran nerviosos para intentar sacar algo positivo.

Eso no ocurrió. Fueron ellos los que cometieron errores infantiles, acaparando la mayoría de los despropósitos Roque Mesa. El canario mereció ser expulsado mucho antes de la gran acción de Pau López. Si, si, gran acción. El portero catalán hizo picar al centrocampista sevillista. Esto es para listos. Eso es realmente lo que le duele a Machín y a todos los que se han quejado.

Después llegó el delirio a las gradas de Heliópolis. El gol de Joaquín fue el colofón ideal, perfecto y soñado para ponerle punto y final a doce años de espera. Prometo que mientras seamos un equipo de verdad, cosa que espero nunca dejemos de serlo, jamás volveré a tener miedo en un derbi. Nervios todos los de mundo e ilusión por las nubes, pero miedo no. Esa pesada losa nos la hemos quitado de encima los béticos. Disfrutemos de nuestro Real Betis.