JJ Barquín @barquin_julio Cuentan que hace años un periódico pidió una colaboración a Camilo José Cela. El Nobel dijo que lo haría a cambio de un importe económico. Tras el acuerdo, el medio comenzó a regatearle y al gallego no se le ocurrió mejor manera de decir que no, enviando un folio en blanco, con un sencillo texto: “Los escritores son como los toreros y las putas. Pueden torear en festivales o joder de capricho, pero sin bajar los precios jamás”. Simplemente, genial.

Vivimos en una ciudad donde el periodismo y la prostitución de los ideales y la objetividad están íntimamente ligados desde hace unos años. La situación ha ido denigrando hasta límites insoportables. El hedor que desprenden algunas de las redacciones de la Sevilla periodística es vomitivo. Nada que ver con épocas pasadas, donde el comportamiento y la ética profesional pululaban por esas mismas redacciones en las que ahora habitan auténticos pirómanos fanáticos.

La entrada de una camada de nuevos jóvenes ha desvirtuado la trayectoria de grandes periodistas de la ciudad como Juan Tribuna o Sánchez Araujo. Nunca antepusieron la noticia a sus colores (que los tenían). Informaron con objetividad y rigurosidad, sabiendo que la profesionalidad era el sello esencial para ser creíbles y dignos.

Los que pelamos canas recordamos con nostalgia y un poco de desazón aquel programa de humor en Radio Sevilla, con guion de Juan Tribuna e interpretación de Manolo Méndez y Pepe Da Rosa. El Tío Pepe y su sobrino consistía en una serie de diálogos donde se repasaba la jornada dominical en tono de humor y guasa sevillana. Una guasa que nunca hería, que nunca buscaba hacer daño, al contrario, al rival. A todos gustaba, fueran sevillistas o béticos.

Ahora estos fanáticos son un ejemplo de inmoralidad e indecencia dentro de la profesión y bajando los precios, para desgracia de Don Camilo. Ahora, en este espectáculo que se ha convertido el periodismo deportivo, se busca lacerar, difamar para que algo quede, exaltar los errores del contrario y disfrazar los que comete el equipo del alma. Me da igual que sean simpatizantes de uno u otro equipo, es una práctica indigna y repugnante.

El problema es que la balanza de exaltados intolerantes se inclina hacia la acera roja y los últimos años están siendo especialmente dolorosos por todo lo que se escucha y se lee. Basta con echar un vistazo a la nómina de galardonados de los premios de periodismo que otorga el club de Nervión. Allí encontrarán a gente que distorsiona la noticia del ultra que apuñaló en un bar a un aficionado de la Juve o tipos que retuercen documentos para reescribir la historia y dejar a un lado al Recreativo de Huelva. Los próximos en recoger tan alta distinción serán algunos de los que día a día van haciendo méritos para acceder a tan digno estamento. Ni merecen ser nombrados.

PD.: Francisco Pérez es un digno representante de esos periodistas de antaño, que independientemente de sus colores, tiene una gran pluma y honra la profesión con su objetividad.