Manuel Rey @ManuReyHijo Hace ya tres años que Haro y Catalán presentaron en una compleja Junta de Accionistas un decálogo de medidas con las que prometían un nuevo modelo de gestión basado en la exigencia y la excelencia. Bajo mi punto de vista el cumplimiento de esas promesas ha sido casi completo, manteniéndose un claro margen de mejora en diversos aspectos del punto denominado Betis de Cantera.

En España hay más de 700.000 fichas de futbolistas y solo unos 250 alcanzan la Primera o la Segunda División, lo que supone uno de cada 3.000. Estos números, no obstante, no significan nada para adolescentes que solo tienen ojos para las estrellas del balompié y, aún menos, para padres que ven con demasiada antelación a sus hijos sentados en el trono de los elegidos.

Tenemos numerosos ejemplos de chavales que con edades comprendidas entre 8 y 12 años ya tienen representantes que les agasajan habitualmente con el último modelo de la Play Station o las botas de Ronaldo. Niños que dejan su casa y su pueblo con esa edad, esperanzados con un viaje que les llevará a Madrid o Barcelona para convertirse en el nuevo Messi o en el doble de Griezmann.

En la punta de este iceberg se encuentran los jugadores juveniles y de equipos filiales. Apenas ponen pie en el primer equipo los agentes se movilizan y las aficiones sienten el miedo natural a que resulten embaucados por cantos de sirenas intermediarias que buscan tan solo su beneficio societario, más allá de los intereses reales de la persona o del club en el que se han estado formando durante unos pocos años.

El fútbol de cantera nos presenta un mundo lleno de actores con intereses propios. Justamente por ello, el Betis tiene que hacer valor los suyos. Esta afirmación implica que nuestra entidad, además de dotarse de una sólida estructura de ojeadores que sepan atraer a nuestro club a los mejores talentos posibles, tiene que poner barreras infranqueables a la actividad de aquellas agencias de representación que promueven sin escrúpulo la especulación con jóvenes valores de nuestra cantera.

Hemos vivido recientemente algún caso que todavía nos duele por la desfachatez de una agencia de representación y el nulo compromiso de un canterano que nos mentía a todos cuando se besaba reiteradamente el escudo al que tanto decía querer. Desde mi punto de vista no se puede perdonar ni olvidar este tipo de comportamientos. Lo primero no es objeto de estas líneas, pero sí lo segundo.

No olvidar es aprender de la experiencia. Tenemos en este momento algunos canteranos que parece han explotado en buenos futbolistas (Junior y Loren, no tengo claro lo de Francis), y algunos otros que no sabemos si realmente lo harán (Julio, Rober, Calderón, etc.). Lo que sí sabemos es que tanto los primeros como los segundos deben tener claro que su compromiso es con el Real Betis, y la obligación de recordárselo de modo cierto y rotundo con argumentos legales y contractuales es de nuestros dirigentes. Para seguir creciendo es imprescindible apuntalar este pilar.

A todos debe resultar incontestable, tanto a futbolistas como a representantes, que el Real Betis Balompié (con el máximo respeto hacia la dignidad de las personas que como trabajadores por cuenta ajena se encuentran extremadamente bien pagados), tiene voz y voto en la vida profesional de cada jugador. No debemos dejar que las Bahías de turno utilicen el club como un mercadillo, en el que nuestros principales activos se convierten en objetos de compra y venta al mejor postor.

Lo deportivo y lo contractual deben ir unidos en nuestra institución. Dirigentes, técnicos, agencias y jugadores han de saber que por encima de todo y todos está el Real Betis Balompié. Solo los que se lo merezcan deben vestir la gloriosa camiseta de las trece barras. Y todos debemos aceptar, también los aficionados, que esos merecimientos no tienen relación exclusivamente con la calidad técnica de los peloteros que visten nuestros colores, sino también con la catadura moral y el compromiso real de ellos y de aquellos que los representan.