JJ Barquín @barquin_julio Siguiendo la práctica de mi estimado Manuel Rey, quiero recordar hoy un artículo –Un Wenger en La Palmera– que redacté hace cuatro meses. Aunque las noches de Copa contra el Cádiz y la vergüenza del Estadio Insular fueron los momentos más bochornosos del año, el 14 de febrero escribí a favor de la confianza y la paciencia como elementos fundamentales para seguir contando con Quique Setién. Uno de los párrafos decía así:

“Por eso, debemos ser pacientes y creer en la sensatez y la apuesta por el fútbol de un buen entrenador que podría y debería convertirse en el Wenger del Villamarín. Y debería convertirse en una figura parecida al alsaciano porque el cántabro tiene muchas más cosas buenas que malas. Setién tiene un estilo de juego que concuerda con esta ciudad y con este club; cada una de sus apariciones públicas en rueda de prensa están llenas de conocimiento, sabiduría y sensatez; ha sido coherente con su discurso y sus acciones; ha rectificado algunas cosas desde que llegó y ha demostrado que cuenta con la cantera como pocos entrenadores en la historia del club”.

Fue un texto arriesgado, tal y como se encontraba el patio verdiblanco. Hoy también lo es, después de lo vivido en Butarque. Pero cuando se cree en algo, hay que expresarlo sin miedos. Me parecía lo más sensato en ese momento. Ahora lo confirmo. Su discurso, su estilo, su aplomo y su sentido común en la mayoría de las cosas que dice y que hace, me parecían y me parecen lo más acertado para un Betis huérfano de juego y éxitos desde hace tiempo.

Incluso ahora, sigue dando una nueva lección de sentido común. Con Europa conseguida, lo fácil sería -como hacen otros maleducados instalados en la testosterona- anunciar y prometer el cielo y las estrellas para la próxima temporada. Por el contrario, Setién se desnuda en sala de prensa y presenta sus dudas, sus miedos, sus ansias y sus ilusiones. Como dijo Thomas Merton, el orgullo nos hace artificiales y la humildad nos hace reales. Por eso me gusta Setién, por tener los pies en la tierra, por hablar de realidades, por ser auténtico, sincero, por ir de frente y no ser un parlanchín moderno de esos que va de plató en plató.

La temporada ha sido un éxito pero creo que el mayor triunfo es haber encontrado un entrenador y cuerpo técnico (Eder Sarabia, Fran Soto, Marcos Álvarez y Jon Pascua) idóneos para comandar un proyecto de futuro, un proyecto ganador. Con una presidencia joven y sabiendo delegar; con un gestor deportivo sublime y, sobre todo, con una afición entregada, el futuro es esperanzador.

Desde febrero, he ido compartiendo mi opinión sobre Setién con los amigos del Foro Béticos en la Cartuja, donde hay -como es normal- opiniones divergentes. Como defensor del cántabro y por esa obsesión que tenemos los periodistas de sintetizar, un día proferí en el Whatsapp del grupo una frase para resumir mi absoluta confianza en el mister: Setién es mi pastor, nada me falta. Poco a poco se ha convertido en mi lema. Ojalá sea el de muchos más béticos en un futuro no muy lejano.

Foto: AS