Manuel Rey @ManuReyHijo “He reflexionado sobre el tema y con más de media liga jugada, el apoyo a Enrique Setién como entrenador del Real Betis Balompié es, básicamente, una cuestión de fe. No creo que puedan ser extrapoladas sus experiencias previas en Lugo y en Las Palmas, como elemento de referencia para saber donde nos llevará este técnico, la verdad. Repito, es una cuestión de fe y como tal defiendo mi posición.

A pesar de los 6 goles del Valencia, a pesar del espantoso partido en Ipurúa, a pesar del ridículo copero contra el Cádiz, a pesar de la pantomima en Las Palmas, a pesar de la última media hora frente al Barcelona,…,creo que los directivos del Real Betis deben mantener en su puesto a Enrique Setién. Y lo propongo tan solo unas horas después de un nuevo espectáculo deprimente ante el Celta en Balaídos.

Ya les digo, es una cuestión de fe. Necesito creer en el entrenador del Real Betis Balompié. Y son muchos los que en estos años han pasado por aquí, sin que ninguno haya conseguido llevarnos a la Tierra Prometida. Estoy harto de mentirosos, cansado de entrenadores sin identidad, aburrido de técnicos “vende humo”, fastidiado con personajes que se pelean con su sombra y con la de los demás, molesto con profesionales preocupados exclusivamente de “pelotear” a la prensa y a la afición, quemado con maestros en el arte de la justificación, del  despiste y de la incoherencia“.

Me van a permitir la autocita. El 31 de enero de 2018 publiqué un post que incluía, entre otras, las líneas que pueden leer en los párrafos previos. No trato con este escrito de poner en valor cuatro meses después ni mi sapiencia futbolística, ni mis dotes de adivino. Créanme, no es así. Pretendo resaltar que cuando esta afición ha tenido confianza y hemos encontrado una directiva que no se ha dejado llevar por los miedos y presiones del entorno amigo y enemigo, las cosas han ido bien, muy bien diría yo.

No estoy a favor del mantra repetitivo que como un dardo envenenado lanzan algunos medios de comunicación en favor de una exigencia irreal que conduce, a veces, a un análisis desequilibrado de los logros conseguidos, así como a una insatisfacción continua. Estoy a favor de los conceptos planificación, eficiencia, transparencia, compromiso, responsabilidad y eficacia. Un modelo de gestión, en definitiva, sustentado sobre esos principios básicos que nos llevarán, como ha sucedido este año, a rentabilizar al máximo nuestros recursos y lograr, finalmente, unas metas incluso por encima de nuestras capacidades.

“¿Y dónde queda ahí la fe?”, me preguntará alguno. La fe se vincula con la confianza de la que hablaba anteriormente. Es la confianza que debemos mantener en una directiva en la que creo, en un entrenador que me representa y, sobre todo, en un bético de ascendencia balear que responde al nombre de Serra Ferrer y que sabe, como nadie, que aunque la fe mueve montañas, además de sentirla hay que trabajarla. Y trabajar la fe significa reflexionar sobre nuestra historia reciente y sobre la de otros que tampoco han sabido vivirla de forma adecuada. Significa planificar correctamente la temporada próxima, lo que supone utilizar los recursos que tendremos de un modo eficiente, ser transparentes con la afición, comprometidos con nuestro pasado de lucha y, sobre todo, ser responsables con nuestro futuro. Solo así seremos realmente eficaces, lo que supondría cumplir nuestros objetivos.

Señores Haro y Catalán, enhorabuena por la magnífica temporada. Disfruten, disfrutemos de lo conseguido, que ha sido importante. Es tiempo de ello. Pero no olviden una cosa, el presente se hace pasado minuto a minuto, día a día, semana a semana. El listón de las expectativas estará la temporada próxima mucho más alto. Y, como dice el adagio castellano, las cañas se vuelven lanzas en muy poco tiempo.

Cuatro competiciones, cuatro. Una Europa League que obligará a luchar entre semana con desplazamientos largos y resultados que pueden generar ingresos y reputación continental. Una Copa del Rey que requerirá un cariño especial porque es el trofeo que más alegrías nos ha dado y, sobre todo, porque desde el punto de vista de los esfuerzos que requiere (menor número de partidos), más rentable puede resultar. Una Liga larga y compleja, que determinará nuestro futuro competitivo la siguiente temporada, haciéndonos tocar la Gloria o hundirnos en el Infierno. Y finalmente el Gran Derbi, el que más felicidad permitirá alcanzar o más sufrimiento conseguirá producir, con un escenario posible de múltiples enfrentamientos directos a partir del próximo septiembre en los tres torneos anteriores.

En condiciones normales todo ello debería suponer la disputa de entre 50 y 60 partidos oficiales, lo que obligará a que se acumulen muchos minutos de juego en las piernas de los futbolistas, lo que generará numerosas lesiones en nuestros profesionales y lo que supondrá múltiples sanciones disciplinarias a consecuencia de las amonestaciones arbitrales. Por todas estas razones no vale, la próxima temporada no, una plantilla corta. No vale, la próxima temporada no, una plantilla larga en número pero escasa en calidad de banquillo. No vale, la próxima temporada no, jugar a la ruleta rusa o apostarlo todo al negro. Se necesita una plantilla equilibrada en cantidad y calidad, una plantilla fiable y válida. Demasiado acostumbrados estamos ya a apuestas de salón en las que siempre hemos salido perdiendo. La próxima temporada hay que acertar, la próxima temporada hay que competir y ganar.

Bien harían nuestros dirigentes en tener todo esto claro y recordar que la fe, incluso la más profunda, nunca es completa ni eterna. Hay que trabajar para mantenerla.

FOTO: Sevillainfo