Pablo Caballero Payán @pablocpayan Inexorablemente se va acercando el derbi del próximo sábado a las 18:30. Los nervios se acentúan en el estómago, el pulso se acelera una mijita y la cabeza no para de darle vueltas a cómo será el partido. Es lo habitual y lo lógico en este tipo de encuentros. Pero veo a mucha gente equivocada en su forma de proceder. Me explico.
Me sorprende sobremanera la importancia, el tiempo y la preocupación que se le está dando a nuestro próximo rival por parte de muchos béticos. Y ya si hablamos de la atención prestada al entrenador que rumia chicles en la banda, mi sorpresa se convierte en incredulidad. El nefasto paso de Gustavo Poyet por el Real Betis dejó sin embargo una frase lapidaria: “somos el Real Betis y el resto importa poco”.
No hay que perder ni un gramo de nuestras fuerzas en este tipo de personajes. Es más, yo evitaría rotundamente cantarle lo que todos estáis pensando. Él lo espera y, en cierto modo, le pone, le motiva y le gusta. Yo no le daba esa satisfacción. ¿Pensáis que le afecta que se acuerden de sus muertos? Lo que de verdad le dolerá es ver a un Villamarín hasta la bandera disfrutando de su equipo, dejándose la garganta animando y gritando Betis, Betis, Betis y celebrando una victoria.
Por eso no debemos desviarnos de nuestro objetivo, que no es otro que ayudar a nuestro equipo, llevarlos en volandas y que los futbolistas que se pongan la camiseta con el escudo de las trece barras verdiblancas en el pecho jueguen con la piel de gallina. Y al rival, ni agua. Ni eso, ni cánticos que puedan servirles de estímulo para mandarnos a callar. Vuelvo a repetirlo: Betis, Betis y sólo Betis.
Sé que todo lo que acabo de explicar no contará con la comprensión y el apoyo de la mayoría de afición. Asumo que es más fácil dejarse llevar y hacer notar el desprecio y la rabia que se le tiene al antideportivo entrenador del otro equipo de la ciudad. Pero siempre he pensado que en la indiferencia está el mayor de los desprecios. Yo así lo haré y no me cansaré de repetirlo las veces que haga falta: Betis, Betis y sólo Betis.
FOTO: Al Final de La Palmera
Estoy contigo, mientras más le cantemos, más le pone a este siniestro y patético personaje.
Pero lo mismo que ellos confían en el come chicles, también temen, y como, a don Lorenzo, y ahí está nuestro veneno, junto con las sesenta mil almas que se van a juntar para llevar en volandas al Real Betis.
De todas maneras, todo esto que estamos hablando no quita una cosa, y es la adulteración de la mal llamada “mejor liga del mundo”.
En ningún otro país se programa una final de copa en jornada de liga. Y cuando se pone las dos últimas jornadas a la misma hora para evitar precisamente eso, que se adultere la competición, dos días antes dos equipos que se están jugando algo contra otros dos que no se juegan nada. Cosa que no hubiera pasado si se hubiese jugado en su momento, luego ya se vería el resultado.