Manuel Rey @ManuReyHijo Entre los temas que despiertan mayor interés entre los aficionados futbolísticos suele encontrarse el tratamiento de la cantera. En los años en que nuestro balompié solo se veía en blanco y negro por televisión, los equipos del País Vasco (Athletic de Bilbao y Real Sociedad de San Sebastián) presentaban plantillas con jugadores solo de su tierra, con las que obtenían habitualmente buenos resultados deportivos en una competición diferente a la actual, donde la presencia de extranjeros estaba muy limitada.

El fútbol en el siglo XXI también ha cambiado mucho en esta cuestión. La Ley Bosman abrió la posibilidad a que los equipos de ligas europeas pudieran participar sin nacionales en sus filas, circunstancia que afectó decisivamente al número de canteranos que, finalmente, conseguían recalar en las primeras plantillas de los clubes. Otro hecho añadido afectó y aún lo hace al trabajo de cantera, y me refiero a la política seguida por los equipos estrellas de nuestro fútbol (Real Madrid, Barcelona o At. Madrid), que acechan cual buitres en campos de batalla, a ver cuál es la próxima pieza que se cobran entre infantiles, cadetes y juveniles del resto de clubes a los que se enfrentan.

El escenario descrito presenta un marco competitivo que hace dudar, de cuando en cuando, a muchos dirigentes sobre la utilidad de las canteras. “Yo no crío pollitos para que se los coma otro”, fue una célebre frase usada por un antiguo dirigente bético de cuyo nombre no quiero acordarme, que diría D. Miguel de Cervantes Saavedra.

El futuro de las canteras es una cuestión nada baladí que exige reflexión. De un lado cuenta con una vertiente afectiva, que nos lleva a la mayoría a apostar por sólidas estructuras que permitan el nacimiento de nuevas figuras que sirvan de ejemplo a nuestros chavales y sean un motivo más de orgullo para los aficionados. El trabajo en esta área permite, además, que el club desarrolle una función de responsabilidad social que mejora su imagen en el  entorno en que se desarrolla. Existe otra dimensión a considerar en esta decisión que tiene carácter racional y contempla la necesidad de evaluar la situación en términos de rentabilidad empresarial. Bastaría para ello con comparar el esfuerzo inversor realizado en la cantera con los beneficios que ella reporta, lo que resulta una tarea de relativamente fácil cuantificación. El trabajo efectuado por otros en esta dirección demuestra que, a poco que se gestione con criterios mínimamente profesionales este área en un club, los resultados son muy positivos, bastando la venta de cualquier jugador de cierto nivel para mantener el fútbol base durante varios años.

La profesionalidad y rigurosidad del trabajo que se realiza en nuestra cantera es, precisamente, la cuestión que me interesa abordar en este escrito. Debo señalar, para comenzar, que no cuento con la información interna suficiente sobre la estructura y estrategias actuales como para presentar un estudio exacto de la situación que vivimos y, a partir de ahí, efectuar una predicción acertada sobre la evolución futura. Solo cuento con el conocimiento que se deriva de los muchos años ya de espectador externo que me permiten visualizar el sistema, fundamentalmente, en términos de resultados comparativos, de un modo más o menos real.

Siendo esto así intentaré ser lo más objetivo posible en el análisis, por lo que partiré de la identificación de diversos indicadores que podrían emplearse en la medición de ese grado de profesionalidad en nuestra cantera. Entre ellos podrían estar el número de jugadores que temporada tras temporada debutan y se mantienen en las plantillas del primer equipo, los resultados deportivos obtenidos por cada equipo filial y su relación con los alcanzados por otros clubes de nuestra dimensión, el presupuesto disponible comparativo con el resto de la categoría y la posición que se obtiene, el montante económico que se ingresa con la venta de jugadores canteranos en relación con lo ingresado por otros, el número de jugadores de la cantera que compiten en las distintas selecciones nacionales, etc.

Un estudio longitudinal (últimos 10 años, por ejemplo) que tomase como referencia los indicadores anteriores descubriría una realidad infame, alejada de lo que deberían ser las exigencias mínimas para una cantera como la del Betis. Las razones de esta situación llevan, en apariencia, siendo tratadas muchos años por nuestros dirigentes en conversaciones radiofónicas y planes fantasmas (véase, por ejemplo, el proyecto Heliópolis sin ningún aporte económico asociado). La inexistencia de infraestructuras apropiadas, la falta de recursos económicos o una deficiente estructura de técnicos y ojeadores, son algunas de las causas más recurrentes para justificar los malos resultados.

Sería por mi parte muy osado atreverme a identificar en estas líneas la razón exacta de nuestros males. No obstante, lo que sí se decirles es que los mejores Betis que recuerdo en los últimos treinta o cuarenta años siempre han contado en sus filas con un número relevante de canteranos de primer nivel (Rogelio, Gordillo, Bizcocho, Joaquín, Juanito, Varela, Cuéllar, Merino, Cañas, Ureña,…). Del mismo modo, también les podría asegurar que los peores Betis que recuerdo (algunos de ellos muy recientes) han tenido en sus plantillas camadas de canteranos muy poco dotados futbolísticamente.

Cualquier análisis mínimamente serio de esta realidad debería llevar a nuestros dirigentes a tomar medidas urgentes al respecto. Así, en el medio plazo tienen la obligación de diseñar un Plan Director de cantera que se adecue a lo que somos como club y a lo que queremos ser en unos años. Hablo de un Plan Director de verdad, no un cuento para entretener al público, es decir, con unos Objetivos cuantificados, con unas Estrategias y Acciones concretas asociadas con responsables definidos y en espacios temporales delimitados, con unos Presupuestos ambiciosos, así como con unos Indicadores de Control que permitan saber periódicamente si existen desviaciones negativas respecto a los Objetivos establecidos que obliguen a adoptar medidas correctoras.

Desde mi punto de vista lo anterior es, sin duda, lo que más urge. No obstante junto a ello, se requieren medidas en el corto plazo que pasan por exigir responsabilidades a aquellos que en la actualidad prestan sus servicios en este ámbito del club. Un exhaustivo estudio del trabajo de todos ellos y la adopción de actuaciones inmediatas es imprescindible. Las figuras del director de cantera, del entrenador del primer equipo filial y del técnico responsable del División de Honor, entre otros, deben ser las que se analicen con mayor detalle. Honestamente creo que los dos primeros no deberían pasar la prueba del algodón.

La pregunta a responder no debiera ser, por tanto: ¿Criamos pollitos, sí o no?, sino más bien: ¿cuándo empezarán Haro y Catalán a trabajar seriamente con la cantera?