Manuel Rey @ManuReyHijo En este mix de negocio y emociones en que se ha convertido nuestro fútbol, existen desde hace muchos años clubes con diferente nivel de consideración en el universo balompédico nacional.

Están por un lado las Estrellas, que manejan el 50% del presupuesto total de la liga y que proyectan su influencia a un entorno cada más dependiente de ellas. Hablamos de dos empresas que hacen y deshacen a su antojo con el beneplácito del sistema. ¡¡Ave César, los que van a morir te saludan!!

Parientes más o menos cercanos son los Planetas, que gestionan el 35% del presupuesto de la competición y mantienen cierta independencia al verse beneficiados por favores permanentes o puntuales. Este grupo, también relevante, cuenta con dos o tres integrantes con el puesto asegurado, por razones económicas y políticas. Tras ellos hay otros dos o tres equipos más, que temporalmente consiguen entrar en este clúster y beneficiarse cíclicamente de los privilegios que ello supone.

Fuera de este selecto grupo de seis o siete equipos se encuentran los Satélites, que se reparten el 15% restante del dinero. Son clubes que se juegan su existencia año tras año, dependiendo exclusivamente de poder seguir girando alrededor de Estrellas y Planetas. Son doce o trece clubes en primera, más siete u ocho en segunda que suben y bajan, a los que se calla un año de cada cinco con dádivas deportivas bien concebidas, para así poder abatirlos cuando toque sin riesgo posible de protesta.

Todo está planificado, todo está medido, todo está definido. De los 300 títulos nacionales oficiales que se juegan cada diez años, 290 se reparten entre las dos Estrellas y los 10 restantes entre los seis o siete Planetas. Así es la estructura del sistema y así su funcionamiento. Y en este astrológico y matemático escenario, ¿dónde está mi Betis?

A lo largo de nuestra historia los fríos números nos indican que siempre hemos estado más cerca del grupo de Satélites. Creo, sin embargo, que ahora más que nunca tenemos la oportunidad de salir de ese rol secundario atribuido de forma permanente por razones dispares.

Desde mi punto de vista podrían identificarse varios elementos racionales que justificarían este planteamiento. Entre ellos se encontraría la existencia de nuevos dirigentes con pocas mochilas del pasado a sus espaldas. Podría valorarse la salida inminente de un proceso de judicialización casi eterna. Podría argumentarse el desarrollo de una ampliación de capital que, si bien no ha conseguido una atomización real de las acciones, sí ha permitido distribuir más el capital social de la entidad. Podría hablarse de la figura de D. Lorenzo Serra Ferrer, que vuelve a estar con nosotros para trasladar experiencia, conocimientos y veneno futbolístico. Podría significarse la existencia de un equipo de profesionales y técnicos que perfilan una plantilla mucho más cualificada que en cualquier temporada de la última década. Podría considerarse la construcción de mejores infraestructuras e instalaciones.

Son estos, sin duda, elementos diferenciales claves respecto a momentos pasados de nuestra historia. Pero son argumentos que quedarían en nada si no fuese porque junto a ellos, se sigue manteniendo pese a todo y todos la principal de las fortalezas que nos ha permitido sobrevivir durante más de 100 años, soportando momentos de dura zozobra. Me refiero con ello a algo inmaterial. Es algo que constituye el mayor motivo de envidia o de admiración de aquellos que nos rodean.

Estoy hablando de la fidelidad de una afición que crece y crece sin razón aparente. Es una fidelidad sólida y firme que, a diferencia de otras espurias e irreales, se transmite de alma en alma gracias a la existencia de unos valores compartidos que significan mucho más que ganar o perder partidos.

Son valores relacionados con el esfuerzo, con el sacrificio, con la humildad, con la lucha desigual ante lo que sabes que te va a derrotar, con la rebelión ante lo impuesto a la fuerza, con la defensa de los tuyos desde el corazón, con el amor libre y espontáneo de niños y niñas por una camiseta con trece barras verdiblancas en el colegio el día que pierde su Betis. Alguien diría que todo lo anterior son reacciones tribales de otra época, yo digo que son principios quizá románticos, pero puros e incorruptibles, que nos han servido para mantener más fuerte que nunca el sentimiento bético, incluso mucho más allá de las victorias.

“Podrán cortar todas las flores, pero no detendrán la primavera”, decía Pablo Neruda en alguno de sus poemas, después usado parcialmente por Mago de Oz en una de sus canciones (“…podrán todas las flores arrancar, pero a la primavera nunca la podrán matar…”).

Y es que la primavera es la esperanza, es la ilusión. Esperanza e ilusión que siempre han sido nuestros principales valores y son los pilares que dan sentido a la vida. Por eso, dicen, que el Betis es como la vida. No los perdamos nunca, no los olvidemos nunca.

Por ellos somos el Betis, por ellos amamos al Betis, por ellos el REAL BETIS BALOMPIÉ SÍ que es mucho más que un club de fútbol.

¡¡¡VIVA EL BETIS!!!

P.D.: Dedicado a vosotros dos, que ahora estáis en el cuarto anillo.