JJ Barquín @barquin_julio Espero que vuestro viaje de vuelta hacia el lejano oriente haya llegado a su fin sin incidencias. Como sois magos ya sabíais que no se podían coger las autopistas de peaje para emprender vuestro regreso a casa. Os escribo esta carta algo tarde pero no es para pediros nada en especial. Es para daros las gracias.

Sí, las gracias por cumplir con la petición de un crío de 8 años, que la mañana de Reyes me dijo que su mejor regalo sería ganar el derbi. Un crío que se acababa de poner la camiseta que vosotros mismos, por petición de sus tíos, le dejasteis en su casa la noche más mágica del año. Un crío que ha ido tres veces al campo del Betis y lo ha visto perder. Un crío que con un 0-4 en el marcador pedía seguir en el campo en el descuento para ver si el Betis marcaba. Un crío que, lloviendo y con frío, le pedía a su tía seguir en el estadio para ver terminar el partido. Un crío que canta el himno de inicio a fin sin desfallecer, sin dudar en una sola palabra.

Un crío que, sin tener un padre futbolero, tiene a sus tíos paternos y maternos para sentir y compartir lo que es el Betis. Un crío que pide y pide ir al Villamarín aunque no haya podido disfrutar ni de un gol en sus visitas anteriores. Un crío que sigue soñando con ver ganar a su Betis en las gradas de su estadio. Un crío que sigue firme en la fe bética, esa que pide sin exigir, que espera sin reclamar. Un crío que cantaba emocionado el himno tras ver ganar a su equipo en la noche del 6 de enero. Un crío que no olvidará jamás ese día de Reyes.

Como bien dice el gran Alberto García Reyes, el Betis es una condición, no una elección. Es más, es el Betis el que te elige, el que te agarra, el que te sumerge en esa pasión de las trece barras. El Betis, esa bendita locura, esa pasión que nada más entiende quien la vive. El Betis es de los que buscan más cosas que el simple hecho de ganar, de sumar puntos, que también. El Betis tiene gente diferente más que distinta, peculiar más que especial. El Betis surge en los corazones de quien disfruta con la emoción de una victoria, con ese pellizco de un regate, con la esperanza de un futuro mejor, con la ilusión de una próxima victoria.

Pero también vive en los corazones de los que sufren sinsabores, decepciones o alegrías. De los que viven con la expectación, con el recuerdo de un pasado glorioso, con la creencia infinita, con el delirio, la esperanza o el anhelo de lo que vendrá. En definitiva, el cielo y el infierno. El todo y la nada. Una de cal. Diez de arena. La vida misma, como recoge maravillosamente Benito Zambrano en su spot.

Majestades de Oriente, me despido ya. Nuevamente os doy las gracias y espero que ese crío siga disfrutando de la camiseta que le dejasteis, de ese 3-5 en el Pizjuán, de toda la alegría vivida el pasado sábado y de la suerte de ser bético. Hasta el año que viene. Os estaré esperando.

P.D.: Jesús, de tu tío que te quiere.