JJ Barquín @barquin_julio El Betis es una magnífica y engrasada máquina de triturar proyectos, entrenadores, jugadores, directores deportivos, presidentes, etc. Llevamos demasiado tiempo instalados en la más absoluta mediocridad. Y el último mes vivido ha supuesto un golpe muy duro. Hemos descarrilado abruptamente. En el tramo más llano. Y nos está dejando muy tocados a todos, pues el inicio fue esperanzador con lo propuesto por Serra, Setién y los suyos.

Pero todo se ha ido por el retrete gracias a la impericia de la gran mayoría de los que integran este proyecto. Setién tiene mucha culpa al mostrarse inflexible con un sistema que es complicado de mantener cuando los mimbres no son lo suficientemente aptos para desarrollarlo cada jornada.

Pero para quien escribe, la mayor granujería la están cometiendo los jugadores que manchan desde hace unos partidos el escudo de las trece barras. Lo vivido contra el Cádiz y, especialmente, frente a Las Palmas ha sido vergonzoso y vejatorio para todos los que sentimos esta locura llamada Betis. Los mercenarios que tenemos como jugadores no quisieron competir frente a los canarios y solamente pensaron en hacerle la cama a Quique Setién.

El club debería imponerles una fuerte multa por bajada de rendimiento y por dañar la imagen del club. No es nuevo. El FC Barcelona lo hizo el año pasado con el equipo de baloncesto. Sería un toque de atención a unos señores que cobran como dioses y que decidieron no presentarse el pasado Domingo.

Para terminar de completar el cuadro de los horrores, mención aparte merece el comportamiento de la planta noble del Villamarín. Ni Haro, ni Catalán ni Serra. Nadie ha salido a dar explicaciones, a pedir perdón al beticismo por cataclismo sufrido. Todos escondidos. Metidos en la madriguera. Un cobarde comportamiento que sorprende en Serra pero supongo que los mitos también fallan.

Con dos tremendos y grotescos golpes, donde los béticos hemos tenido que soportar un vendaval de vergüenza, los que dirigen este bendito club no han sido capaces de dar la cara. Un desprecio más de unos gestores que cada vez tienen menos excusas para disfrazar su absoluto fracaso. Ya no cuela lo de la paz social. Veremos que tontería preparan ahora para excusar su torpeza infinita.