JJ Barquín @barquin_julio Este será mi último artículo sobre Manuel Ruiz de Lopera. No volveré a escribir más sobre el peor y más funesto presidente de la historia del Real Betis. No volveré a gastar fuerzas en la figura de un tipo oscuro y siniestro que ha escrito la peor partitura que puede componer el presidente del Real Betis: engañar, mentir y traicionar a los béticos. No volveré a dedicarle más tiempo y me alegra doblemente: por pasar página de una etapa con muchas más sombras que luces y por saber que el mafioso ha reconocido su culpa.

La pasada semana el Ministerio Fiscal consideró probado un delito continuado de apropiación indebida, aunque rebajó considerablemente su petición de pena al haber retirado la acusación el Real Betis. En la sesión Lopera mostró su conformidad con las conclusiones de la Fiscalía, lo que supone que el dictador de la calle Jabugo reconoce su culpabilidad en su gestión al frente del club. Es decir, queda probado que llegó para aprovecharse del Betis, para servirse y no servir, además de no abonar el 31,38% de las acciones tituladas a favor de Farusa en 1992.

Don Manuer siempre se vanaglorio de poner dinero y de morirse por “er clubs”, cuando en realidad muchos sabíamos que un tipo de esa estofa solamente podía venir a hacer negocio, a enriquecerse, en definitiva, a sacarle los ojos a la gallina de los huevos de oro.  Hizo negocio con todo: con los fichajes, con los traspasos, con los ingresos generados por el club. Y lo que es peor, llevo una política organizativa y deportiva obsoleta y rácana, al estilo de su forma de entender la vida.

Es, en estos momentos, donde me acuerdo de muchas personas que sufrieron al dictador del Fontanal. A la gente que engañó, a los que no pagó, a los que acoso con sus abogados y su supuesto poder en los juzgados, a los que chantajeo e incluso amedrento cuando alguien era capaz de decirle las verdades del barquero a la cara.

Y me acuerdo también de aquellos de lo defendían a capa y espada cuando la evidencia era imposible de ocultar. Me acuerdo de esos que lo veían o siguen viendo como un salvador o un “iluminati”, cuando se ha demostrado que el Real Betis era para él un negocio más del que sacar dinero y una fama, que le servía para seguir haciendo más dinero. Adiós. Hasta siempre.

 

P.D.: Una reflexión. Resulta indignante pensar cómo funciona la justicia en este país de mangantes y fugitivos. Una solicitud de pena de prisión de tres años, se convierte en una indemnización de 3.600 euros, lo que viene a suponer calderilla para el Ayatolá de Jabugo. Habría que ver qué pasaba si el condenado sería un trabajador o un pobre sin recursos.