Pablo Caballero Payán @pablocpayan Vuelve el Real Betis Balompié a su remozado templo de la Avenida de La Palmera y allí peregrinarán decenas de miles de fieles peregrinos verdiblancos que, como cada año, han renovado su fe y su ilusión con el equipo de sus amores.

Hay muchos tipos de fieles creyentes a la causa bética. Los hay que peregrinan convencidos del éxito, de que este año toca volver a ser lo que fuimos, que ya está bien de fatiguitas, malos ratos y mediocridad. También está el bético que acude al Benito Villamarín para ver in situ como sus malos presagios y su pesimismo se confirman. Y existe otro tercer tipo de fiel peregrino, entre los que me incluyo, que van sin esperar nada a cambio. Me explico.

Yo voy a verlas venir. Me he cansado de tener falsas expectativas y solo creeré en lo que vea allí. Mi fe, mi confianza y mis creencias duran noventa minutos, más lo que quiera añadir el árbitro de turno. Durante esa hora y media me ilusionaré, me alegraré, disfrutaré, gozaré, me enfadaré y saldré del estadio decepcionado en función de lo que vea sobre el césped de Heliópolis. Y me iré a mi casa con la conciencia tranquila, entendiendo que a este circo cada uno le da la importancia y le afecta, positiva o negativamente, lo que uno quiera.

Lo que es irremediable, independientemente de cómo vivas tu fe en el Real Betis Balompié, es que los béticos volvemos año tras año a renovar nuestro voto y nuestro amor por el escudo de las trece barras verdiblancas. Y así seguiremos, porque si no nos hemos cansado ya, dudo mucho que lo hagamos en un futuro.

FOTO: Real Betis Balompié.