JJ Barquín @barquin_julio El Betis representó en 90 minutos lo que Sevilla vivió ayer en su siempre brillante Domingo de Ramos. Un ejemplo perfecto de sufrimiento, dolor, pasión, amargura, angustia y muerte. Porque este equipo está muerto. No tiene constantes vitales. No tiene entrenador. Y no tiene hombres con coraje y honor, que sepan el significado y la historia que tiene la camiseta que se ponen cada jornada.

Ya dijimos en esta página que el Betis iba a tener que rezar mucho hasta el final de la liga pues las sensaciones eran muy malas. Tras el parón de selecciones, todo se ha confirmado. Se han perdido tres partidos y el equipo ni está ni se le espera. No hace falta hacer crónica porque el encuentro disputado en Gran Canaria lo hemos visto muchas veces este, y otros, años. Quince aceptables minutos y poco más. Al primer contratiempo, el equipo se deshace como un azucarillo.

Ninguna reacción desde el césped y menos todavía desde el banquillo. Y tampoco desde el consejo de administración, que deberá decidir si el entrenador que defendían para el año que viene hace pocas fechas, sigue esta semana al frente del equipo. Porque esa es la decisión que deben de tomar hoy mismo, ya que quedan 7 jornadas, puntos y tiempo suficiente para algo casi descabellado hace un mes, se convierta en una auténtica realidad y la peor pesadilla.