JJ Barquín @baquin_julio Hace pocos días seguí con atención una entrevista a Javier Gurruchaga, donde el showman donostiarra decía que “ahora parece que la sociedad está eternamente cabreada, de mala leche siempre”. Es la misma sensación que tengo con el Betis. Parece que todo lo que rodea al entorno verdiblanco es mordaz, oscuro y nocivo. Todo está mal. Todo es un desastre. Hemos entrado en una tendencia auto destructora.

Dicen los psicólogos que cuando uno está continuamente pensando en negativo, en la mala suerte, al final consigue atraer las energías malignas. Creo que en nuestro Betis pasa algo parecido. Por supuesto que las cosas no están saliendo como todos desearíamos pero la negatividad ha inundado todo el universo verdiblanco. Me da la sensación que hemos perdido algo de nuestra identidad, con la dichosa exigencia. Yo el primero.

Nos olvidamos muchas veces de lo que somos y de dónde venimos. De cómo se ha forjado está leyenda del “manque pierda”. De las rifas, de los campos de tercera, de las penurias, de los ascensos, de los imposibles, del cielo y del infierno en una semana, del pellizco, de ser bético, en definitiva. Somos el Real Betis y tenemos muchas más cualidades que cualquier equipo de fútbol. Somos una afición fiel, entregada, sufridora, que se ilusiona con muy poco y que da sin esperar nada a cambio.

Como explicaba en un brillante video casero, el catedrático de Lengua y Literatura, José María Pérez Orozco, el Betis es el único equipo del mundo que tiene en su slogan una referencia a la pérdida, al contrario de lo que buscan los demás. No es una debilidad, es una particularidad que nos hace diferentes, únicos. Esa es nuestra fuerza, nuestro modo de vida.

Y tenemos muchos ejemplos de ese distintivo. Nuestro querido lector Ferenç Susza nos recordaba en un comentario esa eliminatoria perdida con el Tenerife y el comportamiento de una afición que sabiendo que era una quimera la remontada, llenó el Villamarín y no paró de animar hasta el último minuto. Yo estuve allí y todavía recuerdo la sensación de sentir que un estadio entero coreaba Betis, Betis, Betis cuando se había descendido. Y como no acordarse de ese vídeo de Pedro Buenaventura diciendo que fue ese cántico de la afición lo que le hizo volver a la vida, porque se moría en el banquillo.

No lo olvidemos. Durante toda su historia, el Betis ha renacido de las cenizas tras pasar por infinidad de penurias y miserias. Y ha renacido por su gente, por la tropa que siempre lo ha acompañado como en el año 52 cuando más de 20.000 béticos llegaron a Utrera en una marcha verde para apoyar al equipo en su ascenso. Fuimos y debemos seguir siendo la que nunca falló. Repito, no lo olvidemos.