Pablo Caballero Payán @pablocpayan Ayer fue el día de los enamorados. Mucha falsedad y mucha hipocresía rodea a ese día. Muchos corazones, muchos besitos, muchos regalitos y muchos te quiero y te amo lanzados al aire para que los propaguen los cuatro vientos. Mucho aparentar amor verdadero e incondicional, cuando lo importante no es aparentarlo y publicitarlo, sino demostrarlo día a día.

El bético es de los segundos, aunque en este caso, no se si es una virtud o un defecto. En una relación amorosa, lo peor que puede ocurrir es que el amor te tape los ojos y te impida ver la realidad. Nuestro amor incondicional nos ha jugado malas pasadas a lo largo de la historia del Real Betis. Hemos aguantado carros y carretas, malos y nocivos dirigentes (¿seguimos aguantándolos?), mentirosos compulsivos que han jugado con nuestros sentimientos y con nuestra fidelidad, aprovechándose de ella para hacer y deshacer a su antojo. Y así nos ha ido.

Ha sido tanto el daño que nos han hecho, que han conseguido lo peor que le puede pasar a una afición: la división. Por un lado están los que tragan con todo, que viven en un mundo ideal y placentero que es irreal y falso. En ese mismo hábitat, están sus opositores, aquellos que critican todo, ciegos de ira, odio y rencor. Y en medio, están los que intentamos ver las cosas con objetividad y sensatez, los que no vendemos nuestro sentimiento por intereses personales y falsas promesas de manipuladores y tergiversadores.

Son los que se sitúan en estos dos peligrosos extremos a los que más se les llena la boca hablando de amor al Betis, dando lecciones a diestro y siniestro de cómo querer y respetar al escudo de las trece barras verdiblancas, cuando lo que hacen es mancharlo y pisotearlo continuamente. Amar y querer al Real Betis Balompié es incompatible con la pertenencia a bandos intransigentes que intentan imponer sus ideas enfrentándose a otros béticos. Esa gente solo se quieren a sí mismos.

Así que hasta que los béticos no rememos todo en una misma dirección, con una postura coherente, sensata y ajena a influencias externas, mucho me temo que más que amar positivamente al club de nuestros amores, lo que estaremos haciendo es provocándole un daño innecesario que lastra las posibilidades de crecimiento del Real Betis Balompié. Y con esto no quiero decir que traguemos con lo que hay ahora. Ni mucho menos. Pero tampoco digo que haya que tirar todo a la basura.