JJ Barquín @barquin_julio Debutó un día como ayer hace cuarenta años, cuando yo era un mozuelo que comenzaba a disfrutar de las barandillas de gol Sur donde me sentaban mi padre o mi tío, que fueron los que me bautizaron en esta bendita locura que se llama Betis. En esa época mis ojos se fijaron en dos futbolistas que me tenían encandilado: Cardeñosa y Mühren. Eran clase pura, inspiración, fútbol de muchos quilates, de cuando se jugaba casi andando. Otra época, otro fútbol, otros jugadores. Pero rememorando a Antonio Machado, mi infancia verdiblanca también fueron recuerdos de un jugador larguirucho, destartalado y con las medias bajas. Con esas botas Puma, las calzonas sucias y ese número 3 a la espalda, que recorría incansable la banda izquierda del Villamarín. Una espalda que soportó durante muchos partidos y temporadas el peso absoluto del equipo.

El Betis jugaba, respiraba y vivía para ese lateral que inventó el fútbol sin descanso, el fútbol total por la banda. El Betis era el único equipo del mundo que le decía al rival cómo iba a jugar: Esnaola buscaba a Cardeñosa y con ese estilo elegante pero sobrio de castellano puro, levantaba la vista y se la ponía en el pie al “gordo” para que éste se zafara de cuantos se le pusieran por delante y con un centro limpio, algunas veces, e inverosímil la mayoría, buscaba al nueve que hubiera en ese momento. Yo al que más recuerdo es a Lobo Diarte, uno de los que se buscaba la vida más cómodamente porque Gordillo la ponía para empujarla. También disfrutaron con él Hugo Cabezas, Morán, Rincón e incluso Calderón. Gordillo era un vendaval de fútbol ofensivo y de eso vivió mucho tiempo el Betis y disfrutó su afición. Esos, que como yo, gozaba como un bárbaro al ver cómo los equipos rivales diseñaban, proyectaban y construían complicadas barricadas tácticas para detener al chaval de las medias en los tobillos. Nunca lo consiguieron. Y nació ese mítico cántico del “y no pueden con él”, que se regocijaba profundamente en la frustración del rival.

Fueron años que siempre quedaran en la retina y en la memoria de todos los béticos que tuvimos la inmensa suerte de disfrutar de un jugador legendario e irrepetible. Después vendría su etapa en la Castellana y la vuelta a casa como hijo pródigo, donde demostró mucha menos fuerza pero más vergüenza y dignidad, de la que bebieron muchos canteranos que después conseguirían hacer grande el club en la ribera del Manzanares.

En una de esas temporadas –año 1987- donde deleitó al madridismo, le dieron el Balón de Oro a Ruud Gullit, uno de los tres maestros holandeses que Sacchi dirigió en el mítico Milán de Berlusconi. Tras recibir el mayor premio del universo futbolístico, Gullit dedicó el premio a Nelson Mandela pero sorprendió a todos los asistentes a la gala y al universo futbolístico con esta afirmación: “agradezco este premio, pero no es justo. Yo se lo hubiera dado a Gordillo. Es el mejor jugador que pisa ahora los campos”. Cuando escuche esa declaración, me vino a la cabeza un pensamiento, querido Gullit, pues si lo hubieras visto en sus primeros años en el Betis………….