Pablo Caballero Payán @pablocpayan Twitter es la viva imagen del mundo en el que vivimos. Puede ser un lugar maravilloso, con gente interesante, divertida, culta y comprometida, y también es un sitio inhóspito, vulgar, pestilente como las cloacas más asquerosas y un refugio para cobardes sinvergüenzas.

Yo tenía pensado escribir hoy sobre los nuevos fichajes invernales o hacer una valoración de la decepcionante primera vuelta de la Liga. Pero resulta que ayer Álvaro Cejudo abrió su cuenta en Twitter (@CEJUDO16) y lo que leí me molestó de tal manera, que decidí cambiar el artículo que tenía en mente. Al centrocampista verdiblanco, como a cualquier jugador de fútbol, se le puede criticar por sus actuaciones en el césped. Te podrán gustar más o menos o parecerte idóneas o no sus condiciones futbolísticas, pero el menosprecio, la burla y la mala baba están fuera de lugar.

Resulta patético ver como aficionados béticos ridiculizan, caricaturizan y se mofan de un jugador de su equipo. Son los mismos hipócritas que luego, si Cejudo anota un gol, se parten la garganta celebrándolo. Es bochornoso y lamentable perder tu tiempo faltándole el respeto a los demás de manera injusta, ruin y rastrera. La crítica siempre ha de ser constructiva y respetuosa.

Estoy convencido de que yo también, en alguna ocasión, he cometido este injusto trato por esta red social y me arrepiento de ello. Creo que todos debemos tomar conciencia de la responsabilidad de nuestros actos y comentarios que, gratuitamente, hacemos sin saber el daño que podemos causar.