JJBarquín  @barquin_julio

Llevamos varias semanas viendo como se gestiona una campaña en los medios de comunicación. Una campaña realizada por algunos periodistas “palmeros” y los máximos representantes del consejo de administración. Una campaña orquestada desde la planta noble del Villamarín para intentar cambiar la dinámica de opinión negativa hacia el actual consejo. Una campaña del nosotros o el precipicio. Una campaña del nosotros o el fin. Una campaña de miedo.

Y miedo es lo que menos necesita este Betis actual, porque el miedo atenaza, distorsiona y paraliza a las personas y también a las instituciones. Y en muchos casos, hace que la respuesta planeada sea la contraria de la esperada. En mi caso, han conseguido que los mire con más recelo todavía pues es la reacción natural ante una acción prefabricada, de maquillaje, que recuerda tiempos pasados.

Y es que comienzan Haro y Catalán a parecerse peligrosamente a esos políticos que cada cuatro años te piden el voto y después si te he visto no me acuerdo. Con la diferencia que en el fútbol los sentimientos son difíciles de gestionar y de conquistar. Porque el bético está cansado de mediocridad, de proyectos fallidos, de promesas y de incumplimientos. Y por mucho futbol sala, femenino o baloncesto que tengamos, al bético lo que le interesa es el primer equipo, su juego, sus triunfos y sus objetivos.

La balanza de Haro y Catalán se mueve hacia el lado de los errores como la falta de comunicación; la nula capacidad crítica; la excesiva creación de cargos; la poca cercanía al socio; la torpe negociación con Lopera y el penoso proyecto deportivo. Por esas razones, han pasado de ser una gran ilusión a ser un proyecto gris, que comienza a parecerse peligrosamente al pasado. Un proyecto que seguramente tendrá que sentarse con sus opuestos en la misma mesa y comenzar a entenderse para bien de la institución. Y no tengan miedo, que el miedo no sirve de nada.