JJ Barquin  @barquin_julio

Los béticos asistimos el viernes a dos fiestas llenas de vulgaridad. Una en Sevilla. Otra en Vitoria. Las dos fueron decepcionantes. Una, por la penosa imagen de los máximos dirigentes cantando como si fueran simples forofos junto al sanedrín que dirige en la oscuridad, como si hubiera algo que festejar después de lo visto y lo que se avecina. La otra, por el nuevo episodio de medianía que orquestó una plantilla que confirmó en Mendizorroza que servirá para salvarse a duras penas. Dos fiestas para seguir instalados en la mediocridad más absoluta.

Un estado que es nuevo para los béticos. Nacimos con un ADN sufridor pero nunca hemos sido mediocres. El Betis que yo he conocido durante mucho tiempo no nadaba en la abundancia, pero era capaz de lo mejor y lo peor. Era una montaña rusa futbolística, pero tenía un sello muy particular. Tenía ese “no se qué”, imposible de explicar pero que conquistaba en la ciudad y fuera de ella. No era lo ideal pero mucho peor es estar anquilosados en ésta descarnada y absoluta mediocridad. Una vulgaridad que dura ya casi siete años desde que el dictador del Fontanal salió de la planta noble de La Palmera. Una zona donde entraron los llamados “notables” y que han fracasado de manera rotunda en la gestión de un club con un potencial brutalmente universal. El llamado “entorno” que ha movido los hilos del Betis estos últimos años, ha demostrado poca capacidad para gestionar un club de fútbol. Para muestra el dato más reciente: año 2016. 40 partidos oficiales. 12 victorias, 10 empates y 18 derrotas (40 goles a favor y 64 en contra).

Y mientras, Haro y Catalán empeñados en vender un proyecto que se parece peligrosamente al del anterior dictador: fichar y destruir jugadores, secretarios técnicos y entrenadores a una velocidad similar, a la que movían el pasado viernes sus servilletas en el Betis Sport Bar. Por no hablar de esa moda por crear cargos en pos de mejorar la estructura del club, cuando lo que se necesita es mucha calidad en el césped y poca cantidad de cargos en los despachos. Sinceramente, creí que empresarios béticos con talento podrían mejorar esta situación pero creo que son más de lo mismo, en este desierto de mediocridad llamado Betis.