Es la definición que me llega de una persona muy cercana al staff técnico del club. Todo el mundo decide. Todo el mundo se cree que puede decidir. Todo el mundo opina. Todo el mundo se cree que puede opinar. Eso es el Betis moderno que nos han vendido. Mucho cargo, mucho sueldo, mucho organigrama, mucha profesionalidad pero seguimos siendo un equipo ramplón, lleno de “sabios charlatanes” vendedores de humo que cuanto más hablan más carencias muestran. Nos han vendido un proyecto nuevo que desgraciadamente tiene poco de nuevo y se parece en exceso al de años anteriores.

¿Y por qué no cambia nada? Pues porque todos los que llegan van a aprovecharse del Betis y no a servirle. Y lo digo porque lo sentí cuando estuve colaborando con el club en los actos del Centenario. Los que debían dar ejemplo, se servían del club para tener privilegios. Los que debían trabajar por el bien de la institución, la usaban para fanfarronear con su pin de las trece barras que les abriera puertas para hacer negocios. El Betis es su pasión, no lo dudo pero como el de cualquier bético que se precie en cualquier lugar del mundo. Pero ellos, con sus apellidos o su poder accionarial, son los que se sirven para sacarle los ojos a una gallina de los huevos de oro. Lo que más me dolió de aquella etapa fue que gente con grandes apellidos se supiese tan fuerte como para dar o quitar el carnet de bético. Gente que sigue en el club y que no ha demostrado nada más que formar parte de uno de los apellidos de alta alcurnia como los Borbolla.

Yo me retiré porque no me gustó lo que vi en ese periodo donde me sentía orgulloso de servir y ayudar a mi club. Supongo que llegué con la inocencia de alguien que no había estado metido en esos mundos de intereses, comisiones y dinero fácil y no supe entender que en ese universo futbolístico no existe lealtad, honestidad e integridad. Esa es una de las razones por las que entendí perfectamente que Juan Carlos Ollero se fuera del club.

No quiero ser pesimista porque en la vida hay que ver siempre el vaso lleno, pero en el Betis es complicado que las cosas vayan bien porque es una casa de locos: todos aprovechan su llegada para beneficiarse de esa gallina de los huevos de oro. Algunos hasta después de estar fuera, quieren muchos millones de euros por sus sucias acciones.

JJ Barquín