Parto de la base que todas las opiniones son respetables. Y en el mundo del fútbol, más aún si cabe, pues todos llevamos un entrenador dentro. Pero después de ver varios partidos, sobre todo el derbi, no entiendo a muchos béticos, por no hablar de ciertos periodistas y comentaristas. Llevamos varios años sufriendo humillaciones en el campo del eterno rival y en muchos otros, por culpa de un equipo indolente, sin tensión, que salía derrotado antes de saltar al césped. Nos hemos llevado demasiado tiempo viendo como el equipo encajaba uno o dos goles en menos de 15 minutos y nos quejábamos de unos futbolistas sin actitud, que miraban más que marcaban y que se enteraban del partido cuando ya era demasiado tarde.

Hace una semana, en Nervión y el pasado viernes frente al Málaga, yo vi un equipo aguerrido, que no volvió la cara y que se enfrentó de tú a tú a los once que tenían en frente. Y me sentí muy orgulloso de mi Betis. Y digo un equipo porque no solamente fueron defensas o centrocampistas los que se entregaron a muerte, sino que fueron hombres como Joaquín, Alex Alegría, Musonda o Rubén Castro los que aportaron su trabajo y su esfuerzo al grupo. De hecho, los tres puntos cosechados frente al equipo de la Costa del Sol fueron ganados a pulso, a golpe de sudor y sangre, de mucha sangre.

Según leo y escucho en Internet, tertulias o el campo, para muchos no es suficiente y el equipo les decepcionó porque no juega a nada, no hace un “jogo” bonito y que se dedica a dar más patadas que a jugar al fútbol. Algunas veces creo que no sabemos lo que queremos y somos una afición eternamente insatisfecha. Cuando no es por una cosa, es por otra. Cuando no es el entrenador, es el equipo y sino la junta directiva. La cuestión es estar continuamente atizando a la institución. Es conveniente, y hasta necesario, ser crítico pero creo que los béticos hemos pasado de criticar a destruir, lo que supone no evolucionar y estar en permanente pelea, sin mirar al futuro.

Parece que hemos encontrado un entrenador que conjuga palabras olvidadas por Heliópolis como esfuerzo, humildad, entrega, compañerismo o sacrificio. Dejemos trabajar y exijamos al equipo que siga dándolo todo en el campo y los resultados llegarán más tarde o temprano. El buen juego ya es cosa de calidad y virtuosidad que se consiguen a base de mucha pasta. Y con la roncha que dejó el del Fontanal, deberán pasar años para poder llegar a esa excelencia.

J.J. Barquín